3.4 Consumismo brutal

3.4 Consumismo brutal

Capítulo publicado el 28/4/2022 por Enric Caumons Gou (@caumons)
  • 10 min de lectura

A estas alturas de la película, no cabe duda de que vivimos en una sociedad consumista. Es bien sabido que antes las cosas se hacían «para toda la vida» y los mismos modelos se fabricaban durante años. En cambio, hoy en día todo dura cuatro días, ya sea porque continuamente sacan modelos nuevos al mercado que supuestamente dejan obsoletos a los predecesores (aunque muchas veces son solo cambios puramente estéticos), o bien porque se estropean y hay que reemplazarlos por otros nuevos, ya que repararlos sería demasiado caro.

Antes lo caro eran las piezas, mientras que la mano de obra era más barata. Hoy en día es justo al revés, la mano de obra es muy cara en comparación con los recambios. Por este motivo, en muchas ocasiones es más caro reparar algo que sustituirlo por otro. En productos caros y complejos, compuestos por múltiples piezas, cuando se estropea algo y sigue valiendo la pena hacer una reparación, normalmente no se repara el componente estropeado o desgastado, sino que suele reemplazarse por otro nuevo, si estás de suerte de que no esté descatalogado y aún se pueda encontrar un recambio.

Parece que si no tienes el último modelo de todo no estás al día y por eso la gente se endeuda con tal de aparentar porque en la sociedad actual la imagen lo es todo. Se presupone que vivir en una gran casa, conducir un coche de gama alta, vestir ropa de marca y usar el móvil más caro del mercado son sinónimos de éxito. Pero la triste realidad demuestra que estos productos de lujo suelen ser de los bancos porque la sociedad está altamente endeudada y vive a base de crédito. Lo que muchas veces no se tiene en cuenta es que las deudas hay que pagarlas y luego pasa lo que pasa...

¿Hacen falta dos móviles al año?

Se ha llegado a un consumismo tan brutal que ahora ya no es suficiente con cambiar el móvil cada año, sino que hay empresas que ponen a la venta hasta dos modelos tope de gama diferentes anualmente. Y ¡cuidado! porque no estamos hablando de dispositivos que cuesten cuatro duros, sino que hablamos de móviles que rondan los 600 € o incluso muchísimo más, que no es moco de pavo. Esto significa que tú te compras un móvil de gama alta para estar a la última y ser la envidia de todos, pero al cabo de unos pocos meses se te queda la cara de tonto al ver que han sacado un modelo nuevo y que el tuyo se ha depreciado enormemente. Ya no estás a la última, te has quedado atrás y la rabia te reconcome por dentro. Tienes dos opciones: asumirlo, resignarte y quedarte con tu móvil nuevo y viejo a la vez, o volver a rascarte el bolsillo y comprarte el modelo nuevo que no necesitas para nada, solo para poder presumir de que estás a la última y eres un auténtico techie.

De hecho, al cabo de solo dos meses de comprar mi móvil actual sacaron un modelo nuevo, pero hacía solo cuatro meses que habían empezado a comercializar el modelo que había comprado yo. Tengo que reconocer que me sentó mal porque me acababa de gastar el dinero en un producto caro que quedó descatalogado al cabo de unas pocas semanas... No, no lo cambié y te puedo decir que en el momento de escribir estas líneas ya han lanzado al mercado ocho modelos después del mío. Hace cuatro años que lo compré nuevo en la tienda oficial y funciona tan bien como el primer día. Por lo tanto, no tengo ninguna necesidad de cambiarlo y no pienso hacerlo hasta que se estropee o necesite alguna funcionalidad que este no me ofrezca.

Pero mi pregunta es: ¿qué suele hacer la gente con sus flamantes smartphones de más de 1.000 €? ¿Los usarán para mandar cohetes al espacio o algo similar? No, los usos más comunes se podrían resumir en: mensajería instantánea, redes sociales, navegación por Internet, tomar fotos y vídeos, reproducción de música y vídeo, juegos, navegación GPS, despertador y agenda. ¡Ah, sí! Se me olvidaba, también sirven para llamar y recibir llamadas e incluso pueden enviar y recibir mensajes SMS; aunque estos últimos han quedado relegados a la publicidad, recordatorios, mensajes de autenticación en algunos sistemas seguros y autorización de operaciones (por ejemplo, transacciones bancarias). Otros usos más «avanzados» son: pagos con el móvil mediante NFC, punto de acceso wifi, conectar dispositivos mediante bluetooth, desarrollo, etc. Por cierto, también funcionan muy bien como linterna.

Ojo, no es poca cosa lo que podemos hacer con los smartphones, que son dispositivos maravillosos y súper prácticos. De hecho, si salgo de casa sin el móvil es como si me faltara algo, me siento más vulnerable y desprotegido. Si tengo una emergencia y tengo que llamar, ¿qué hago? Las cabinas telefónicas son cosa del pasado y tendría suerte si encontrara una y aún más que funcionara. Dicho esto, no veo para nada justificado el hecho de tener que cambiar de móvil cada seis meses, ni siquiera cada año. Para mí esto es consumismo puro y duro y no responde a ninguna necesidad real que pueda tener el usuario común. Para más inri, en muchos casos, los propietarios de los gadgets más caros no los saben ni usar para sacarles el máximo partido porque hacen un uso totalmente banal de la tecnología, que además tampoco saben valorar dado que no tienen la menor idea del esfuerzo que hay detrás.

A lo largo de los años me he encontrado con mucha gente que tiene móviles carísimos que no saben usar y que presumen de que su móvil es el mejor. Además, tienen la desfachatez de decirte que el tuyo es una basura (sin ningún tipo de razonamiento lógico) y que te lo cambies porque ya es viejo. Lo que me hace más gracia de todo es que estos suelen ser los típicos que no saben ni qué es el gestor de archivos del teléfono.

Lo que realmente me da pena es que haya personas que no saben usar este tipo de dispositivos, se gastan grandes cantidades de dinero sin ninguna necesidad y cuando les preguntas por qué se lo compraron te dicen que les aconsejaron ese móvil porque es muy bueno. Estos casos me dan mucha lástima porque veo que algunos se aprovechan de la gente que menos sabe y esto es como decirle a alguien que se compre un deportivo para ir a comprar el pan.

No te dejes engañar

Algo parecido ocurre con los ordenadores, televisores, etc. Para que te hagas una idea, uno de los ordenadores portátiles con los que trabajo habitualmente tiene once años (parece increíble, ¿verdad?), pero también hay que decir que se trata de un aparato caro y de gama alta, que en su época ya incorporaba una CPU de cuatro núcleos físicos y cuatro lógicos. A este portátil se le han hecho únicamente tres mejoras: ampliación de memoria RAM hasta 8 GB (lo máximo que admite su placa base), reemplazo de la batería de origen por otra de mayor capacidad y sustitución del disco duro mecánico que venía de serie por uno de estado sólido (SSD). ¿Qué quiero decir con esto? Pues que con la potencia de computación de hace algo más de una década no tengo problemas para trabajar en el día a día, incluso ejecutando contenedores de Docker y máquinas virtuales, siempre que hagan un consumo moderado de recursos. A pesar de ello, soy consciente de que a día de hoy es una máquina «muy justa» (para empezar, se echa en falta disponer de más memoria) y se quedaría corta para realizar cierto tipo de tareas, como ejecutar aplicaciones muy pesadas o jugar a videojuegos que requieran muchos recursos. Por este motivo, también dispongo de al menos otro ordenador más moderno y potente.

Así pues, no hace falta que te cambies el portátil cada tres o cuatro años solo por el mero hecho de que hayan sacado modelos más nuevos. Cámbiatelo cuando realmente se te quede corto o la reparación o mejora sea demasiado cara y no valga la pena. Otra cosa es que lo quieras reemplazar simplemente porque te apetezca o porque lo tengas en renting, aquí ya no hay nada que decir, pero, sobre todo, cámbiatelo cuando tú quieras y no porque te hagan creer que ya no sirve.

Solo para abrirte un poco más los ojos, te diré que estuve a punto de reemplazar este portátil hace unos seis años porque funcionaba muy lento. No obstante, hice algunas pruebas y llegué a la conclusión de que el cuello de botella estaba en el disco duro. Así que antes de jubilarlo decidí darle una segunda oportunidad y le monté un disco duro de estado sólido. ¡El cambio fue espectacular! El portátil pasó de ir tremendamente lento a ir más rápido que cuando era nuevo, ¡impresionante! Esta misma operación la he repetido en múltiples ordenadores que iban lentos y estaban a punto de pasar a mejor vida. En todos los casos en los que lo he hecho, se han podido aprovechar y funcionan perfectamente solo cambiándoles el disco duro. Por lo tanto, no te dejes engañar.

Una vez un conocido me dijo que se había comprado un ordenador portátil para ver películas que le había costado cerca de 2.000 €. Me quedé atónito cuando me dijo esto y le pregunté si lo usaba para algo más como trabajar o jugar a videojuegos. Me dijo que no, que quería un ordenador que no le diera problemas porque no tiene ni idea de informática y básicamente lo único que hace con él es reproducir películas y navegar un poco por Internet. Yo le contesté que para hacer eso utilizo una Raspberry Pi que me costó 35 € y que tengo conectada a una televisión de 55 pulgadas. Cuando le dije esto, entonces al que le cambió la expresión de la cara fue a él y me dijo que «le habían dicho» que ese ordenador era muy bueno, lo cual no pongo en duda. Lo que sí pongo en tela de juicio es que él realmente necesite tal bestia parda. No me parece bien cuando pasan estas cosas, no hace falta gastarse tanto dinero en un simple «reproductor de películas» y menos en el caso de alguien que no tiene los conocimientos como para saber si le están tomando el pelo o no, y que se guía por lo que «le han dicho».

Con los televisores pasa algo muy curioso: hay gente gastándose barbaridades de dinero comprando pantallas 8K, cuando realmente a día de hoy todavía no abunda el contenido con una resolución tan alta. Hay que documentarse un poco antes de comprar, ya que, si hoy en día no todo el mundo emite en 4K, mucho menos en 8K. Al final se encuentran con la megapantalla, viendo contenido con menor resolución de la que admite su dispositivo. Esto es como comprarte un deportivo y no pasar de 120, ¿para qué lo quieres? Como siempre, si eres consciente de ello y te quieres comprar la TV más cara no hay problema, pero, sobre todo, lo importante es que lo entiendas y que realmente sepas lo que compras. Si sabes lo que compras sin estar engañado, hasta me parece bien que la compres, la tengas desenchufada y la uses de adorno (aunque sería una pena).

El equipo de audio que utilizo para escuchar música mientras trabajo es de los que tienen radio, reproductor de casetes, reproductor de CD y entrada auxiliar (AUX). Te preguntarás qué hago con algo tan viejo y la respuesta es muy sencilla: lo sigo usando porque tiene entrada auxiliar, lo que significa que puedo conectar otros dispositivos, por ejemplo, mi ordenador o teléfono móvil y escuchar música en streaming desde Internet. En la época en la que se compró, no tenía ni Internet en casa y yo no sabía ni lo que era una entrada auxiliar. No obstante, aquí sigue dando guerra mientras escribo estas líneas. Por cierto, la funcionalidad como reproductor de casetes hace muchos años que está estropeada, pero me da igual porque ya hace muchísimos años que no la usaba. No obstante, la calidad de audio es muy buena y como me hace la función que necesito, ¿por qué diablos lo tendría que tirar? Ya es casi como uno más de la familia.

Lo barato sale caro

Soy de los que piensan que lo barato sale caro o, dicho de otra forma, lo bueno, bonito y barato no existe, ya que si es bueno y bonito no es barato, si es bonito y barato no es bueno y si es bueno y barato no es bonito. Lo he podido experimentar en múltiples ocasiones y en diferentes contextos. Por ahorrarme unos euros, compré productos compatibles baratos de baja calidad y algunos de ellos los tuve que tirar sin siquiera poderlos llegar a usar. Fíjate que aquí no he tenido en cuenta el factor tiempo, pero ten por seguro que, si además lo queremos rápido, entonces la cosa se va a complicar todavía más. Tal y como se suele decir, las prisas nunca son buenas.

Hay la creencia de que lo chino es barato y malo, pero esto no es cierto. Hay grandes marcas que fabrican en China (globalización) porque allí los costes de producción les resultan más económicos, por ejemplo, la mano de obra es más barata. No obstante, los productos finales siguen siendo de gran calidad. Es más, hay marcas chinas que diseñan y fabrican productos de alta calidad y que comercializan en todo el mundo. Por lo tanto, no es cuestión de que sea chino o no, el problema son los estándares de calidad que cumple el producto en sí.

Hay otro factor importante a tener en cuenta y se trata de la obsolescencia programada. Se ha hablado mucho de ella y ya no es ninguna novedad que las cosas se hacen para durar un tiempo determinado. ¿Cuántas veces se te ha estropeado algo justo después de que terminara el periodo de garantía? Menuda casualidad, ¿eh? Entonces, si los productos tienen una vida útil preestablecida, te puedes preguntar qué ganaremos gastando más dinero en algo de calidad que en algo barato. Mi respuesta es que, teóricamente, si compras un producto de calidad, no tienes que tener (tantos) problemas durante su vida útil como si lo compras barato. Además, su vida útil debería ser más larga y, por supuesto, el tiempo de soporte también debería ser mayor (actualizaciones de software, disponibilidad de recambios, etc.).

Por ejemplo, en mi vida he tenido varios teléfonos móviles, antes los compraba de gama media y en mi caso siempre tenía problemas de cuelgues, mala cobertura, no duraba la batería, la cámara dejaba de funcionar, etc. Me sucedió con dispositivos de diferentes marcas, hasta que me cansé y decidí comprar un teléfono «bueno». Desde ese momento, se acabaron los problemas y espero que siga así hasta que llegue al fin de su vida útil porque, como ya sabemos, no están hechos para durar eternamente.

Una cosa que siempre he pensado es que si las marcas hicieran productos que realmente estuvieran hechos para «durar toda la vida», con la posibilidad de actualizarlos de forma modular (tal y como ya ocurre con algunos pocos dispositivos móviles), y lo publicitaran explícitamente, diciendo que sus productos no tienen obsolescencia programada, probablemente tendrían compradores de los que piensan que es mejor invertir en algo bueno, duradero y actualizable, en vez de hacer compras recurrentes de productos baratos y de mala calidad.

¡Únete a la comunidad para no perderte nada!

¡Quiero unirme!

¿Qué te ha parecido este capítulo?

¡Compártelo!

¡Suscríbete al feed para estar al día cada vez que se publique un nuevo capítulo!

Comprar libro

${ commentsData.total }

Todavía no hay comentarios. ¡Sé el primero!

Inicia sesión para publicar, responder o reaccionar a los comentarios.

Esta web utiliza cookies. Si continúas usándola, asumiremos que estás de acuerdo.